El rastro de sangre de Pancho Villa
Difícil o imposible luchar contra la popularidad de Villa. Competiría sin problemas por la condición del más popular caudillo de la Revolución Mexicana.
Difícil o imposible luchar contra la popularidad de Villa. Competiría sin problemas por la condición del más popular caudillo de la Revolución Mexicana.
Cuando vivieron juntos, Claudia Hipólita y Lorenzo perdieron un loro. El loro había venido a refugiarse a la ventana de su departamento, frente a un parque, herido por el ataque de otra ave. Claudia Hipólita le había puesto una caja de madera con agua y elotes.
Cuando uno ve la foto canónica de Emiliano Zapata que nos mira de frente, con el brillo oscuro en los ojos, los labios sensuales, la frente ancha, las cejas y los bigotes poblados, ¿qué ve?
Nuestra modernidad de fin de siglo requiere salir de la negación anticolonial y asumir y reencontrar nuestra poderosa raíz hispánica, no en lo que tuvo de exclusivismo colonial, sino en lo que tiene de mezcla y diversidad fundidas en un producto único.
La amenaza que ahora veo como una advertencia cómplice se había vuelto en mi cabeza una amenaza real, más real que nunca, porque el gobierno había atacado un mitin pacífico en Tlatelolco, dejando cientos de muertos, miles de muertos, incontables muertos, y nadie en la ciudad protestaba por ello y nadie estaba seguro.
Vivo en una ciudad de 23 millones de habitantes, pero nací en un pueblo que sólo tenía ocho mil. El pueblo se llamaba Chetumal. En el año en que nací, 1946, empezaba el llamado milagro mexicano.
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